Micro-cuentos de autores varios
Complot
Y llegó el día en que las mariposas del mundo aletearon, exactamente al mismo tiempo, con todas sus fuerzas.
El reloj de arena
Un niño juega en la playa. Cava un pozo en la arena, cada vez más profundo. De pronto golpea algo duro. Se detiene y mira: en el fondo del pozo hay una cuña de madera. Con sus tiernas manitas afloja la cuña; la quita, y la arena comienza a caer por el agujero. Luego cae el niño, la playa, el cielo, las estrellas, el Universo… Más tarde, Alguien da vueltas el reloj de arena y entonces un niño juega en la playa.
La foto
Una mujer se ha instalado en el subte al lado de mi asiento. Habla, solloza (sobs) y pide "una ayuda", algunas monedas, mientras muestra una foto. Los habitantes del subte la atienden, la llaman conmovidos y miran recriminando mi pasividad, incrédulos. El hombre a quien llora, tiene mi rostro.
Oscuridad
Un día oscuro de otoño de un oscuro año llegó a una oscura estación de tren de un oscuro pueblo de provincia un oscuro personaje que llevaba oscuras intenciones. Justo apareció un bichito de luz y le arruinó los planes.
El hombre elefante
Me corté una oreja y salí de casa. En el ascensor coincidí con mi vecino y me preguntó qué había ocurrido. Le dije que fue un accidente, esquiando. El tipo del quiosco también se fijó. A él le expliqué lo del atraco a punta de navaja. Luego, en la cafetería, el camarero insistió. Se me cayó, respondí sin más. Al llegar a la oficina confesé que sufría un tumor. Funcionó. Hasta ella dijo que lo sentía y me besó en la mejilla. Tenía una voz bonita, olía bien y era más guapa aún de cerca. Unos días después todo volvió a ser como antes. Ayer me corté la otra.)
Efectos colaterales del miedo
Abres la puerta y entras a la casa. Está oscuro. No encuentras la perilla de la luz. Escuchas un ruido extraño. No puede ser. No hay nadie en casa. Vas palpando las paredes en búsqueda de algo que pueda convertirse en luz. ¡Bingo! la luz se hace presente. Lo que ves te hace querer volver a las tinieblas. Tu mujer te apunta con un arma. Se te ríe. Sentís el calor y el olor en tus pantalones. Ella no para de reír. Ambos saben que el arma es de juguete. Saben, que el contenido acuoso de tu ropa es de verdad.
Amor romántico
Nada más verla quedó prendido de su belleza y consciente de que ese tipo de oportunidades no se daban todos los días, con decisión y confianza, se lanzó a por ella.
Desde un tercero.
Alas para volar
Contraté un instructor de vuelo, até mi cuerpo a una cometa, me encaramé sobre un globo aerostático, adquirí una alfombra mágica e hinché mis pulmones con helio. Lo probé todo, hasta que renuncié a seguir intentándolo; comprendí que solo tú podías hacerme volar.
Destellos
El soldado enemigo agonizaba tras el combate en la trinchera, pálido y desarmado, intentando en vano tapar la hemorragia de la pierna. Dentro de nada estarás muerto, cerdo, le grité con la soberbia del vencedor. Tú también, iluso, fueron sus últimas palabras antes de desfallecer. Y medio siglo después, en mi lecho de muerte, recuerdo aquella escena como si hubiera ocurrido ayer.
Uno, dos, tres y cuatro
El primero nos pilló terminando el vermut. Papá sorbía el suco de los berberechos, la abuela lamía una almeja y el novio de mi hermana engullía la última gamba. A media paella nos sorprendió el segundo. Mi hermano apartaba los guisantes, tía Eulalia chupaba la cabeza de un langostino y mi prima forcejeaba con un mejillón. Fue caer el tercero y sacar el brazo de gitano y los profiteroles. Mi abuelo descorchó el cava, Mamá preparó café y tío Luis se encendió un puro. Cuando se estrelló el último avión nos cogió a todos haciendo la siesta. Sólo yo abrí un ojo, bostecé y volví a quedarme dormido.
Complot
Y llegó el día en que las mariposas del mundo aletearon, exactamente al mismo tiempo, con todas sus fuerzas.
El reloj de arena
Un niño juega en la playa. Cava un pozo en la arena, cada vez más profundo. De pronto golpea algo duro. Se detiene y mira: en el fondo del pozo hay una cuña de madera. Con sus tiernas manitas afloja la cuña; la quita, y la arena comienza a caer por el agujero. Luego cae el niño, la playa, el cielo, las estrellas, el Universo… Más tarde, Alguien da vueltas el reloj de arena y entonces un niño juega en la playa.
La foto
Una mujer se ha instalado en el subte al lado de mi asiento. Habla, solloza (sobs) y pide "una ayuda", algunas monedas, mientras muestra una foto. Los habitantes del subte la atienden, la llaman conmovidos y miran recriminando mi pasividad, incrédulos. El hombre a quien llora, tiene mi rostro.
Oscuridad
Un día oscuro de otoño de un oscuro año llegó a una oscura estación de tren de un oscuro pueblo de provincia un oscuro personaje que llevaba oscuras intenciones. Justo apareció un bichito de luz y le arruinó los planes.
El hombre elefante
Me corté una oreja y salí de casa. En el ascensor coincidí con mi vecino y me preguntó qué había ocurrido. Le dije que fue un accidente, esquiando. El tipo del quiosco también se fijó. A él le expliqué lo del atraco a punta de navaja. Luego, en la cafetería, el camarero insistió. Se me cayó, respondí sin más. Al llegar a la oficina confesé que sufría un tumor. Funcionó. Hasta ella dijo que lo sentía y me besó en la mejilla. Tenía una voz bonita, olía bien y era más guapa aún de cerca. Unos días después todo volvió a ser como antes. Ayer me corté la otra.)
Efectos colaterales del miedo
Abres la puerta y entras a la casa. Está oscuro. No encuentras la perilla de la luz. Escuchas un ruido extraño. No puede ser. No hay nadie en casa. Vas palpando las paredes en búsqueda de algo que pueda convertirse en luz. ¡Bingo! la luz se hace presente. Lo que ves te hace querer volver a las tinieblas. Tu mujer te apunta con un arma. Se te ríe. Sentís el calor y el olor en tus pantalones. Ella no para de reír. Ambos saben que el arma es de juguete. Saben, que el contenido acuoso de tu ropa es de verdad.
Amor romántico
Nada más verla quedó prendido de su belleza y consciente de que ese tipo de oportunidades no se daban todos los días, con decisión y confianza, se lanzó a por ella.
Desde un tercero.
Alas para volar
Contraté un instructor de vuelo, até mi cuerpo a una cometa, me encaramé sobre un globo aerostático, adquirí una alfombra mágica e hinché mis pulmones con helio. Lo probé todo, hasta que renuncié a seguir intentándolo; comprendí que solo tú podías hacerme volar.
Destellos
El soldado enemigo agonizaba tras el combate en la trinchera, pálido y desarmado, intentando en vano tapar la hemorragia de la pierna. Dentro de nada estarás muerto, cerdo, le grité con la soberbia del vencedor. Tú también, iluso, fueron sus últimas palabras antes de desfallecer. Y medio siglo después, en mi lecho de muerte, recuerdo aquella escena como si hubiera ocurrido ayer.
Uno, dos, tres y cuatro
El primero nos pilló terminando el vermut. Papá sorbía el suco de los berberechos, la abuela lamía una almeja y el novio de mi hermana engullía la última gamba. A media paella nos sorprendió el segundo. Mi hermano apartaba los guisantes, tía Eulalia chupaba la cabeza de un langostino y mi prima forcejeaba con un mejillón. Fue caer el tercero y sacar el brazo de gitano y los profiteroles. Mi abuelo descorchó el cava, Mamá preparó café y tío Luis se encendió un puro. Cuando se estrelló el último avión nos cogió a todos haciendo la siesta. Sólo yo abrí un ojo, bostecé y volví a quedarme dormido.